Los lavabos públicos, una necesidad ignorada.

Los lavabos públicos, una necesidad ignorada.

 

Para risas de unos e incredulidad de otros, conocida es la anécdota de que en el Palacio de Versalles, cerca de Paris y residencia de reyes desde 1636, fue construido sin lavabos. ¿Para qué? si con un chasquido de dedos aparecía un “garçon” con un orinal!, aunque no siempre era posible o no llegaban a tiempo. En realidad, alguno había, aunque los sanitarios escaseaban de tal manera que tanto sirvientes y visitantes como nobles y aristocráticos utilizaban las escaleras y pasillos y hasta orinaban entre cortinas y tapices o cualquier lugar donde poder aliviar la urgencia, por lo que el hedor en palacio era terrible, unido a la poca higiene y la cantidad de perfumes para esconderlo, era insufrible.

Pues hoy aún está pasando.

 

Podemos pasear por cualquier ciudad, pueblo o lugar sin encontrar unos lavabos donde hacer nuestras necesidades fisiológicas más primitivas y esenciales como el comer y beber que son: el “descomer” y “desbeber”. No se puede decir que no existan, en algunas ciudades, muy pocos y de ubicación desconocida, otros, más tiempo cerrados que abiertos y algunos de pago, (sólo monedas, nada de tarjetas o móviles). Pero sí se pueden encontrar rincones que apestan a orín o lugares llenos de papeles utilizados por visitas anteriores que, aunque con necesidad y escondite justificados, no lo es dejar tirado el papel usado.

Como en el Palacio de Versalles, increíble pero cierto.

 

Una vez pregunté en la oficina de turismo del centro de Barcelona por unos servicios públicos y me sugirieron una hamburguesería a una manzana de allí.

A día de hoy, por culpa de la pandemia, los lavabos de bares y centros públicos permanecen cerrados y el ayuntamiento ha ubicado más servicios autolimpiables y cabinas de plástico para subsanar esta deficiencia, aun así, nunca se encuentra uno cuando se necesita.

Sí que hay intención de colocar alguno más pero el asunto está paralizado en los tribunales por motivo de la concesión.

 

No hace mucho, escuché una tertulia entre políticos, precisamente de esta misma ciudad, tratar éste mismo tema: la falta de lavabos públicos en la ciudad. Al principio, para ser políticamente correctos, mostrarse empáticos y sobre todo, no faltar a la verdad, todos coincidieron en estar de acuerdo con el tema propuesto, que es algo que se debe solucionar, pero a continuación se exculpaban a sí mismos y argumentaban vagas excusas que dejaban entrever su incompetencia y falta de voluntad por buscar soluciones. Llegaron a sugerir que utilizáramos los bares y lugares públicos que deberían tener las puertas abiertas para todos por solidaridad. Increíble. No hace falta relatar para no extenderme demasiado y por ser por todos conocido, el por qué esto no puede ser.

 

 

Cualquiera de nosotros, todos nosotros, hemos tenido alguna vez una urgencia de este tipo, la necesidad de utilizar unos servicios, desde una repentina indisposición hasta simplemente para sentirnos más cómodos. Pero hay mucha gente que padece algún trastorno, afección, dolencia o incontinencias por cualquier motivo, que teme salir de casa por si le surge la necesidad imperiosa de ir al lavabo. La libertad de estas personas está muy mermada.

Las mujeres han de poder tener unos minutos de intimidad para su aseo personal sin tener que esperar a encontrar un establecimiento público, así como los discapacitados deben tener una comodidad de uso. Las Naciones Unidas especifica en las directivas de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (SDG) sobre sostenibilidad, sanidad, género e igualdad, los requisitos para baños separados para mujeres por su diferencias físicas y sociales, lo cual se debe tener en cuenta, pero esto es otro tema.

 

Pues, señores políticos, gobernantes y empresarios: 

hay que encontrar y ejecutar una solución, ya.

La carencia de lavabos públicos en cualquier lugar de paso es una antigüedad y en el futuro también provocará risa e incredulidad.

 

A falta de grandes gastos o mejores ideas, la implementación de las típicas y conocidas cabinas de plástico son una solución sencilla y económica. Obviamente es necesaria una masiva implantación y un mantenimiento sistemático, pero esto ya es habitual en otras necesidades tan justificadas o menos que el poder pasear o transitar sin padecer por un malestar fisiológico.

 

Sí, inodoros móviles o similares repartidos por todas partes, ¡por todas partes!.

Ya se ha hecho antes con otro mobiliario y equipamiento urbano de costes y mantenimiento similares como los contenedores de basuras o su recogida selectiva, los bancos para sentarse a descansar, las marquesinas de las paradas de autobús, parques y jardines, maceteros y jardineras, bolardos y pilonas, y un largo etcétera, sólo que éste tema ha sido inexplicablemente ninguneado.

 

Estos lugares de alivio físico-sanitario no tienen por qué ser antiestéticos si no, por el contrario, podrían ser un derroche de imaginación artística y deleite visual aprovechando buenas ideas y las técnicas de fabricación y construcción de hoy en día.

 

Los lavabos públicos son infinitamente más necesarios que la mitad del mobiliario urbano que pagamos entre todos. Demos un gran paso hacia el futuro en un tema que es del antiguo pasado.